Rusia, país anfritrión ha huido de estereotipos y ha conseguido levantar el Festival de Eurovisión más espectacular de la historia con invitados de la talla del Circo del Sol en un escenario de última tecnología tan grandioso como impresionante y versatil que, como ya se vio en las dos semifinales, permitía crear una atmósfera completamente diferente para cada actuación. Una huida en toda regla hacia delante para dejar atrás el frikismo de los últimos años y recuperar el valor de la música sin perder de vista el espectáculo.
Y no es que Soraya lo hiciera mal, la chica salió entregada y defendió muy bien su tema. Pero el problema sigue siendo el de siempre, una canción sin personalidad que llega a destiempo a un Festival que ha ganado de calle el chico del violín con un tema personalísimo con identidad propia que, sin embargo, ha funcionado y ha gustado, y mucho, al resto de países. La Poyeya puso en escena todos los estereotipos de la frivolidad en un festival en el que se apostó en algunas de sus mejores canciones por lo comprometido, como en ese magnífico tema de la reconocida cantante israelí Noa acompañada de Mira Award, de origen palestino.
Buen estreno, además, el de Joaquín Guzmán en las tareas de comentarista que ha resultado una grata compañía huyendo en todo momento del protagonismo, hablando lo justo, aportando información válida y precisa en cada actuación y sabiendo callar a tiempo para no pisar ninguna canción. TVE por fin ha encontrado su nueva voz para Eurovisión y merece volver a retransmitirlo el próximo año. Y para quien no la haya escuchado todavía o quiera volverla a oír ahí va la canción ganadora de la mano de Alexander Rybak (una vez que le des al play pulsa en HQ para verlo con una magnífica calidad de imagen). Felicidades, campeón.
[El Festival de Eurovisión se emitió la noche del sábado en La 1]
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